lunes, 3 de mayo de 2010
¿QUÉ ES EL CIBERESPACIO?
El ciberespacio es una realidad virtual que se encuentra dentro de los ordenadores y redes del mundo. Aunque el ciberespacio no debe confundirse con Internet, el término se refiere a menudo a los objetos e identidades que existen dentro de la misma red informática, así que se podría decir que una página web "se encuentra en el ciberespacio".
Según esta interpretación, los acontecimientos que tienen lugar en Internet no están ocurriendo en los países donde los participantes o los servidores se encuentran físicamente, sino "en el ciberespacio" donde la identidad y localización física de los participantes resulta imposible de determinar debido a la comunicación y la anonimidad.
En teoría, no se podrían aplicar las leyes de ningún país determinado, pero la realidad es diferente y es que los ciberciudadanos y ciberciudadanas del planeta nos encontramos controlados por los diferentes estados, corporaciones industriales y grandes grupos de información que intentan capitalizar un espacio común que elimina las desigualdades sociales y que en definitiva respete los derechos humanos.
La estructuración de la ordenación de la libertad en el ciberespacio ha sido tratada, hasta el momento, casi con exclusividad por pensadores norteamericanos, como John Perry Barlow, Robert B. Gelman.
John P. Barlow tiene el indudable mérito de haber proclamado una Declaración de Independencia del Ciberespacio (Davos, 8 de febrero de 1996),como un apasionado grito de libertad, frente a un acto de tiranía, la Communications Decency Act, aprobada justo un día antes, en su país, los Estados Unidos de América:
Declaración de John Perry Barlow en Suiza:
Gobiernos del Mundo Industrial, vosotros, cansados gigantes de carne y acero, vengo del Ciberespacio, el nuevo hogar de la Mente. En nombre del futuro, os pido en el pasado que nos dejéis en paz. No sois bienvenidos entre nosotros. No ejercéis ninguna soberanía sobre el lugar donde nos reunimos.
No hemos elegido ningún gobierno, ni pretendemos tenerlo, así que me dirijo a vosotros sin más autoridad que aquélla con la que la libertad siempre habla. Declaro el espacio social global que estamos construyendo independiente por naturaleza de las tiranías que estáis buscando imponernos. No tenéis ningún derecho moral a gobernarnos ni poseéis métodos para hacernos cumplir vuestra ley que debamos temer verdaderamente.
Los gobiernos derivan sus justos poderes del consentimiento de los que son gobernados. No habéis pedido ni recibido el nuestro. No os hemos invitado. No nos conocéis, ni conocéis nuestro mundo. El Ciberespacio no se halla dentro de vuestras fronteras. No penséis que podéis construirlo, como si fuera un proyecto público de construcción. No podéis. Es un acto natural que crece de nuestras acciones colectivas.
No os habéis unido a nuestra gran conversación colectiva, ni creasteis la riqueza de nuestros mercados. No conocéis nuestra cultura, nuestra ética, o los códigos no escritos que ya proporcionan a nuestra sociedad más orden que el que podría obtenerse por cualquiera de vuestras imposiciones.
Proclamáis que hay problemas entre nosotros que necesitáis resolver. Usáis esto como una excusa para invadir nuestros límites. Muchos de estos problemas no existen. Donde haya verdaderos conflictos, donde haya errores, los identificaremos y resolveremos por nuestros propios medios. Estamos creando nuestro propio Contrato Social. Esta autoridad se creará según las condiciones de nuestro mundo, no del vuestro. Nuestro mundo es diferente.
El Ciberespacio está formado por transacciones, relaciones, y pensamiento en sí mismo, que se extiende como una quieta ola en la telaraña de nuestras comunicaciones. Nuestro mundo está a la vez en todas partes y en ninguna parte, pero no está donde viven los cuerpos.
Estamos creando un mundo en el que todos pueden entrar, sin privilegios o prejuicios debidos a la raza, el poder económico, la fuerza militar, o el lugar de nacimiento.
Estamos creando un mundo donde cualquiera, en cualquier sitio, puede expresar sus creencias, sin importar lo singulares que sean, sin miedo a ser coaccionado al silencio o el conformismo.
Vuestros conceptos legales sobre propiedad, expresión, identidad, movimiento y contexto no se aplican a nosotros. Se basan en la materia. Aquí no hay materia.
Nuestras identidades no tienen cuerpo, así que, a diferencia de vosotros, no podemos obtener orden por coacción física. Creemos que nuestra autoridad emanará de la moral, de un progresista interés propio, y del bien común. Nuestras identidades pueden distribuirse a través de muchas jurisdicciones. La única ley que todas nuestras culturas reconocerían es la Regla Dorada. Esperamos poder construir nuestras soluciones particulares sobre esa base. Pero no podemos aceptar las soluciones que estáis tratando de imponer.
En Estados Unidos hoy habéis creado una ley, el Acta de Reforma de las Telecomunicaciones, que repudia vuestra propia Constitución e insulta los sueños de Jefferson, Washington, Mill, Madison, DeToqueville y Brandeis. Estos sueños deben renacer ahora en nosotros.
Os atemorizan vuestros propios hijos, ya que ellos son nativos en un mundo donde vosotros siempre seréis inmigrantes. Como les teméis, encomendáis a vuestra burocracia las responsabilidades paternas a las que cobardemente no podéis enfrentaros. En nuestro mundo, todos los sentimientos y expresiones de humanidad, de las más viles a las más angelicales, son parte de un todo único, la conversación global de bits. No podemos separar el aire que asfixia de aquél sobre el que las alas baten.
En China, Alemania, Francia, Rusia, Singapur, Italia y los Estados Unidos estáis intentando rechazar el virus de la libertad erigiendo puestos de guardia en las fronteras del Ciberespacio. Puede que impidan el contagio durante un pequeño tiempo, pero no funcionarán en un mundo que pronto será cubierto por los medios que transmiten bits.
Vuestras cada vez más obsoletas industrias de la información se perpetuarían a sí mismas proponiendo leyes, en América y en cualquier parte, que reclamen su posesión de la palabra por todo el mundo. Estas leyes declararían que las ideas son otro producto industrial, menos noble que el hierro oxidado. En nuestro mundo, sea lo que sea lo que la mente humana pueda crear puede ser reproducido y distribuido infinitamente sin ningún coste. El trasvase global de pensamiento ya no necesita ser realizado por vuestras fábricas.
Estas medidas cada vez más hostiles y colonialistas nos colocan en la misma situación en la que estuvieron aquellos amantes de la libertad y la autodeterminación que tuvieron que luchar contra la autoridad de un poder lejano e ignorante. Debemos declarar nuestros "yos" virtuales inmunes a vuestra soberanía, aunque continuemos consintiendo vuestro poder sobre nuestros cuerpos. Nos extenderemos a través del planeta para que nadie pueda encarcelar nuestros pensamientos.
Crearemos una civilización de la Mente en el Ciberespacio. Que sea más humana y hermosa que el mundo que vuestros gobiernos han creado antes.
La Declaración de Independencia del Ciberespacio de John Perry Barlow, de 1996, establece que Internet y las redes relacionadas con ella representan un camino abierto para la potencial mejora de la condición humana, para la libertad, la justicia, la igualdad y la paz mundiales.
A lo anteriormente señalado debe añadirse que lo que comenzó siendo en el año 1969 una red de investigadores y de miembros del mundo académico, se transformó a partir del año 1994, merced al browser en hipertexto www, en un medio absolutamente abierto a todos los usuarios. A finales del año 1995 había nueve millones de usuarios de Internet. A partir de ese momento la geografía de Internet se ha ido agrandando de forma continua y el ciberespacio está tomando, en consecuencia, magnitudes gigantescas. En el año 2001 se alcanzó la cifra de setecientos millones, y en torno a 2005-2007 se prevé alcanzar la cifra de dos mil millones como mínimo.
Por último, quiero subrayar la importancia que puede llegar a tener la acción comunicativa dentro del ciberespacio en una cultura de los derechos en el sentido de denunciar y desenmascarar los procesos ideológicos que sirven de refuerzo y legitimación de la globalización y que se encierran dentro de la denominación de pensamiento único. La incipiente cibercultura representa su antítesis y puede llegar a ser un antídoto efectivo para su superación.
Pese a que hasta el momento la utilización de la red Internet y consiguientemente del ciberespacio ha consistido en un atentado permanente contra el sistema de derechos humanos se puede afirmar que hay elementos en el mismo que permiten abonar la idea de que se está empezando a utilizar en un sentido completamente opuesto. Potencialmente el ciberespacio puede servir de instrumento poderoso de garantía de los derechos humanos. La estructura misma del ciberespacio es esencialmente democrática y abierta y si además observamos en el mismo la actuación de una serie de movimientos sociales proactivos que propician una utilización más igualitaria y solidaria podemos afirmar el inicio de la cibercultura de los derechos humanos que debe ser propiciada en cuanto que pueda servir de elemento que contrarrestre las consecuencias destructivas del sistema de derechos humanos llevada a cabo por los procesos globalizadores y como elemento coadyuvante de carácter decisivo para la formación de una sociedad civil global cada vez más estructurada y consolidada que lleve a cabo una eficaz tarea de garantía de los derechos humanos.
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